En el siglo XIV se formaron revueltas por una serie de factores (guerras, pestes, hambres, el aumento de la población, etc.) que cambiaron radicalmente el panorama agrario y urbano, teniendo consecuencias muy importantes, especialmente en el medio rural donde abundaron los despoblados, abandono de tierras, venta o concentración de propiedades. Allí el hecho de quienes tenían como fuente principal de ingresos las rentas procedentes del sector agrario (alta y baja nobleza, monasterios, cabildos, etc.), sufrieron en mayor o menor grado la crisis, según el nivel de dependencia de dichas rentas.
Una serie de manifestaciones de muy diversa naturaleza que trastocaron la evolución seguida por la sociedad en el tiempo que les precedió. El retroceso experimentado por la población europea, particularmente gracias a las epidemias de mortandad, la caída de la producción (ante todo en el medio rural), las bruscas alteraciones de los precios y los salarios, y, finalmente, la diferencia de los grupos sociales, que alcanzaron cotas desconocidas, serían las manifestaciones más llamativas de la crisis
En muchas de estas revueltas, especialmente en las urbanas, aparece un espíritu igualitarista, guiados por la predicación de miembros del bajo clero. Predicación que, en muchos casos, atentaba directamente contra los fundamentos de aquella sociedad y que hizo que, en su represión, intervinieran activamente tanto el poder civil como el religioso.
Las crisis provocaron guerras como la guerra de los cien años que enfrentó a Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453. La guerra se inició por un problema sucesoria de la corona francesa y porque el monarca inglés poseía una serie de territorios en Francia, y ser reconocido como rey de Francia, al ser solo un señor feudal pero más fuerte que el propio monarca francés provocó una disputa entre ambos países.
A09 Tamar, A20 Isabel y A23 Ana
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