El término "arte judío" posee particular resonancia en lo que respecta a todas aquellas obras realizadas por o para el pueblo hebreo desde la Antigüedad hasta el fin del siglo XVIII. Este tipo de arte halla su expresión principalmente en obras de arte ritual.
Con la llegada de la modernidad en el siglo XIX y su subsecuente desarrollo, especialmente a lo largo del siglo XX, el término "arte judío" es la causa de un importante debate, en el que la validez misma del término es cuestionada e incluso el mencionado término llega a ser reemplazado por la noción de "experiencia judía" en el arte moderno.
Comparado con la literatura, la música o el teatro, la tradición específicamente judía en las artes visuales parecería a primera vista ser bastante más modesta. La razón de ello es que antes de la Emancipación, que tuvo lugar a partir del siglo XIX, la cultura judía se encontraba dominada por la tradición religiosa y su característico aniconismo. Dado que la mayor parte de las autoridades rabínicas creía que el Segundo Mandamiento proscribía todo arte visual que pudiese involucrar obras que pudiese incitar a la idolatría (esculturas en particular), los artistas judíos fueron verdaderamente muy pocos hasta que las comunidades judías se asimilaron o a su modo lograron integrarse a las sociedades occidentales desde fines del siglo XVIII y particularmente durante el siglo XIX.
Con todo, debe indicarse que, a pesar de los temores que pudiesen haber existido en algunas comunidades judías de que el arte llegase a ser empleado con fines idolátricos o para rendirle culto, lo cierto es que el arte sacro judío está presente en numerosos recintos y objetos rituales de la Antigüedad y también junto a los textos bíblicos propiamente dichos desde la Edad Media en
adelante.
B25 Daniel y B06 Isaías
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