jueves, 23 de febrero de 2017

MERCADOS Y FERIAS

MERCADOS Y FERIAS

MERCADOS:
En las ciudades, los que tenían mayor influencia eran los mercaderes. Ellos fueron quienes favorecieron el desarrollo urbano e industrial. Al crecer los negocios, se establecieron en las ciudades, abrieron sucursales, agencias, organizaron los trans portes terrestres y marítimos, y llegaron a intervenir en la fabricación de los productos.

En efecto, transportaban o compraban materias primas (lana, por ejemplo) y las repartían después entre diversos artesanos para que las hilaran; seguidamente, llevaban los hilos a los tejedores y, por último, vendían o transportaban lejos los productos terminados, cambiándolos por mercancías extranjeras que les aseguraban un flete de retorno. A decir verdad, sólo los mercaderes disponían de los enormes capitales y de la organización comercial’ necesarias para llevar a cabo todas las operaciones y todos los transportes.

Desde muy pronto, los mercaderes tuvieron que agruparse en corporaciones llamadas Guildas o Hansas en el norte. Habían conseguido además posiciones privilegiadas al frente de los municipios burgueses: así, en París, el preboste de los mercaderes. Pero los riesgos eran grandes: había que organizar caravanas, colocarse —pagando un censo—bajo la protección del señor de los territorios que se atravesaban, y esto no impedía que las bandas de salteadores desvalijaran las caravanas. Por ello, preferían recorrer sólo parte del camino, hasta los lugares de reunión donde se podía encontrar las mercancías llegadas de otras regiones.


El Comercio en una Ciudad Medieval

LAS FERIAS:
Eran los puntos de reunión de los mercaderes que seguían las rutas terrestres. Las de Champaña se contaban entre las más célebres. Eran el lugar de cita de los mercaderes procedentes de Flandes y de Italia, las dos zonas industriales más desarrolladas del Occidente medieval.

Las mercancías de la zona mediterránea, monopolizadas por las ciudades italianas, y las del mar del Norte y del Báltico, llegaban por igual a estas ferias. Troyes, Lagny, Provins y Bar sur Aube debían su superioridad no sólo a la ventaja de su posición geográfica, sino también a la inteligente política de los condes de Champaña, que se habían atraído, mediante eficaces garantías, a los traficantes y mercaderes de todas las regiones.

Así, seis veces al año, entre la primavera y el invierno, una inmensa aglomeración de tiendas de campaña y otros habitáculos surgía en las pequeñas aldeas de Champaña. Un servicio de policía encargado de los mercados, y tribunales rápidos y eficaces para arbitrar conflictos entre los mercaderes, eran puestos en funcionamiento por el conde.

Todas las grandes ciudades comerciales, todas las grandes casas enviaban cónsules o representantes encargados de defender sus intereses o de efectuar ciertas compras, asegurar los transportes y hacer pagos, de acuerdo con las instrucciones de la casa central. Las ferias se desarrollaban con un ritmo preciso: durante los ocho primeros días, llamados de «entrada», los mercaderes podían instalarse, desempaquetar sus mercaderías, hacer visitas, fijar los precios. Después llegaba el período de las ventas.


Sin embargo, a partir del siglo xin, las ferias de Champaña comenzaron a declinar. Los progresos de la navegación permitieron, en efecto, relaciones marítimas directas entre Italia y Flandes. Brujas, sobre todo, y Londres sirvieron de intermediarios y de lugares de almacenaje para el comercio entre las ciudades mediterráneas y nórdicas.


B16 JEREMÍAS Y B14 GEDEÓN

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