miércoles, 5 de abril de 2017

Pobres, excluidos y las revueltas sociales


El pobre y la pobreza han existido desde la Antigüedad tardía. Los pobres siempre fueron abundantes en número, de ahí que las autoridades en turno dictaran diferentes medidas para su control; por ejemplo, el intento por frenar el éxodo rural a la capital de Constantinopla. Las causas que propiciaron la pobreza son múltiples, una de ellas, los cambios climáticos que tuvieron efectos negativos sobre las cosechas, lo cual derivó en una hambruna generalizada y, el consecuente incremento de pobres. En temas de salud, las constantes epidemias y la nula capacidad para enfrentarlas, mucho menos erradicarlas, provocaron la muerte de miles de personas, generalmente pobres. Ante un panorama tan devastador, la caridad, como una de las principales virtudes teologales, base de toda la espiritualidad religiosa, se convierte en la fuente principal de protección de los pobres. Dicha virtud fue practicada por monjes y obispos tanto en Oriente como en Occidente, ellos dieron los primeros ejemplos de penuria material. En las grandes ciudades donde proliferaba la pobreza fueron práctica común las homilías que comentaban pasajes evangélicos; los Padres de la Iglesia, griegos y latinos fueron un principio de reflexión común. Consideraremos marginado a todo aquel individuo o grupo que rompe con las normas establecidas de una sociedad (legales, morales, de costumbres, etc.) y momento determinados y que cae en una situación generalizada de rechazo social y desprotección, siendo considerado por sus coetáneos como “inútil” (una inutilidad muy matizable, como veremos más adelante).En la Alta Edad Media, el “miserable”, entendiendo por esta palabra a aquel o aquella que está carente de recursos y que se encuentra desprotegido, cuenta con una cierta consideración, ya que es visto como el reflejo de la humildad con la que vivió Jesucristo, y como un medio que poseen los ricos para ejercer la caridad. Posee derechos como el de limosna, etc. Con el enfermo ocurre algo similar; es visto como un símil de Lázaro en el Evangelio, el que padece a favor de la Salvación Eterna. En la Baja Edad Media esta situación empeora bastante. El que no posee recursos para abastecerse a sí mismo y a los suyos es visto como alguien favorable a romper las normas legales y morales. El vagabundo es visto como un peligro en potencia; aparecen leyes muy duras contra los mendigos en toda Europa, identificados frecuentemente con salteadores de caminos, ladrones, etc. El siguiente fragmento de las Cortes de Burgos de 1379, estando en el trono Juan I de Castilla, ejemplifica muy bien este hecho. La expresión “crisis de la baja Edad Media” alude a la presencia de una serie de manifestaciones de muy diversa naturaleza que trastocaron la evolución seguida por la sociedad en el tiempo que les precedió. Tradicionalmente se ha puesto el acento en los aspectos demográficos, económicos y sociales de dicha crisis. El retroceso experimentado por la población europea, particularmente a consecuencia de las epidemias de mortandad, la caída de la producción (ante todo en el medio rural), las bruscas alteraciones de los precios y los salarios, y, finalmente, la acentuación de las tensiones sociales, que alcanzaron cotas desconocidas, serían las manifestaciones más llamativas de la crisis.
A01 Isaac

A29 Josué

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