El pobre y la pobreza han existido desde la Antigüedad
tardía. Los pobres siempre fueron abundantes en número, de ahí que las
autoridades en turno dictaran diferentes medidas para su control; por ejemplo,
el intento por frenar el éxodo rural a la capital de Constantinopla. Las causas
que propiciaron la pobreza son múltiples, una de ellas, los cambios climáticos
que tuvieron efectos negativos sobre las cosechas, lo cual derivó en una
hambruna generalizada y, el consecuente incremento de pobres. En temas de
salud, las constantes epidemias y la nula capacidad para enfrentarlas, mucho
menos erradicarlas, provocaron la muerte de miles de personas, generalmente
pobres. Ante un panorama tan devastador, la caridad, como una de las
principales virtudes teologales, base de toda la espiritualidad religiosa, se
convierte en la fuente principal de protección de los pobres. Dicha virtud fue practicada
por monjes y obispos tanto en Oriente como en Occidente, ellos dieron los
primeros ejemplos de penuria material. En las grandes ciudades donde
proliferaba la pobreza fueron práctica común las homilías que comentaban
pasajes evangélicos; los Padres de la Iglesia, griegos y latinos fueron un
principio de reflexión común. Consideraremos marginado a todo aquel individuo o
grupo que rompe con las normas establecidas de una sociedad (legales, morales,
de costumbres, etc.) y momento determinados y que cae en una situación
generalizada de rechazo social y desprotección, siendo considerado por sus
coetáneos como “inútil” (una inutilidad muy matizable, como veremos más adelante).En
la Alta Edad Media, el “miserable”, entendiendo por esta palabra a aquel o
aquella que está carente de recursos y que se encuentra desprotegido, cuenta
con una cierta consideración, ya que es visto como el reflejo de la humildad
con la que vivió Jesucristo, y como un medio que poseen los ricos para ejercer
la caridad. Posee derechos como el de limosna, etc. Con el enfermo ocurre algo
similar; es visto como un símil de Lázaro en el Evangelio, el que padece a
favor de la Salvación Eterna. En la Baja Edad Media esta situación empeora
bastante. El que no posee recursos para abastecerse a sí mismo y a los suyos es
visto como alguien favorable a romper las normas legales y morales. El
vagabundo es visto como un peligro en potencia; aparecen leyes muy duras contra
los mendigos en toda Europa, identificados frecuentemente con salteadores de
caminos, ladrones, etc. El siguiente fragmento de las Cortes de Burgos de 1379,
estando en el trono Juan I de Castilla, ejemplifica muy bien este hecho. La
expresión “crisis de la baja Edad Media” alude a la presencia de una serie de
manifestaciones de muy diversa naturaleza que trastocaron la evolución seguida
por la sociedad en el tiempo que les precedió. Tradicionalmente se ha puesto el
acento en los aspectos demográficos, económicos y sociales de dicha crisis. El
retroceso experimentado por la población europea, particularmente a
consecuencia de las epidemias de mortandad, la caída de la producción (ante
todo en el medio rural), las bruscas alteraciones de los precios y los
salarios, y, finalmente, la acentuación de las tensiones sociales, que
alcanzaron cotas desconocidas, serían las manifestaciones más llamativas de la
crisis.
A01 Isaac
A29 Josué
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