Las guerras del Imperio otomano en Europa también son conocidas como las guerras otomanas o las guerras turcas, en particular en antiguos textos europeos.
Tras asestar un golpe al
debilitado Imperio bizantino en 1356 (es posible que el año haya
sido 1358 debido a un cambio en el calendario bizantino, véase Solimán bajá) que le permitió obtener
una base territorial para sus operaciones militares en Europa, el Imperio
otomano comenzó su expansión hacia el oeste en el continente europeo a mediados
del siglo xiv. Su primer gran enemigo fue el Imperio serbio, de reciente creación,
al que venció en una serie de campañas entre las que destacó la de la batalla
de Kosovo de 1389, en la que
murieron los jefes de los dos ejércitos, y que alcanzó un papel principal en el
folclore serbio como batalla épica que marcó la decadencia de Serbia.
El
Imperio otomano conquistó también las tierras del Segundo Imperio Búlgaro: la mitad
meridional (Tracia) en 1371 (batalla de Maritsa); Sofía en 1382; la entonces capital, Tarnovgrad, en 1393; el resto del
norte después de la batalla de
Nicópolis de 1396, con excepción
de Vidin, que cayó en 1422; Albania en 1385 (batalla de Savra) y
nuevamente en 1480; Constantinopla en 1453, después de la batalla de Varna y la segunda
batalla de Kosovo.
También
se apoderó de Grecia en 1460; de Serbia, en 1459 y, después de la
reconquista parcial de Hungría en 1480, de nuevo en 1499; de Bosnia, en 1463 (la parte noroeste
solo hacia 1527); y Herzegovina,
en 1482.
La derrota de 1456 en el Asedio de Nándorfehérvár (Belgrado) detuvo la expansión otomana en la Europa católica durante
setenta años, aunque durante un año (1480-1481) los otomanos dominaron el
puerto italiano de Otranto. En 1493 el ejército otomano atacó con éxito Croacia y Estiria.
A24José
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