Las ciudades medievales acostumbraban a situarse en un
territorio que pudiera satisfacer las necesidades básicas de los habitantes
como: buenas tierras para cultivar y dar de comer a los animales, abundante
agua, bosques para obtener madera, canteras para tener piedras y minas para extraer
sal y minerales.
Las ciudades medievales estaban completamente amurallaras
para su protección, que solían ampliarse a medida que la ciudad crecía. En sus
puertas se cobraban los impuestos sobre las mercancías que entraban en la
ciudad. Las puertas se cerraban por la noche pero por el día permanecían
abiertas.
Partes de la ciudad
En el centro de la ciudad solía haber una plaza, a su
alrededor los edificios más importantes como el ayuntamiento, el mercado, la
lonja, la catedral y los palacios de algunos nobles y burgueses.
La ciudad se dividía en barrios, cada uno con su propia
parroquia, pero la mayor parte del espacio lo ocupaban las viviendas con patios
y huertos, las viviendas se apiñaban en calles sucias, estrechas
y mal ventiladas. Las casas eran altas y de fachadas estrechas, también había
hospitales, escuelas y hospedarías.
Había un barrio o una zona donde se instalaban los judíos, estos
barrios o zonas se le llamaban Judería
Fuera de la ciudad fueron creciendo arrabales, barrios que
agrupaban a gente humilde cuando ya no quedaba espacio dentro de los muros que
protegían.
También surgían los monasterios que daban origen a unos
pequeños núcleos de población.
Las calles solían ser estrechas, sucias, pocas veces estaban
empedradas, sin acera y la mayoría no tenían alcantarillado. Una de las
consecuencias de la poca higiene era las enfermedades a eso se le sumaban las
ratas y las pulgas.
Los incendios era frecuentes debido a la
utilización de vigas de madera en las viviendas, este hecho y la cercanía de
las casas aumentaba el peligro de ser afectado por el fuego.
Judería
Catedral muralla
B15 Elisabeth y B24 Rahab
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