Los trabajadores dependían
por completo de sus señores y amos a la hora de rendir cuentas y realizar su
trabajo. Todo debía estar a su gusto y en la mayoría de las ocasiones las
condiciones laborales eran abusivas. Por motivos como estos, surgieron los denominados gremios de
trabajadores a partir del siglo XI y
que permanecieron en la sociedad hasta finales de la Edad Moderna, momento en que fueron abolidos.
Los gremios eran
asociaciones religiosas de origen europeo,
implantados también en las colonias, que agrupaban a los artesanos de un mismo oficio, y que surgieron en
las ciudades medievales hasta finales de la Edad Moderna cuando fueron abolidos. Entre sus objetivos estaban conseguir un
equilibrio entre la demanda de obras y el número de talleres activos,
garantizar el trabajo a sus asociados, mejorar su bienestar económico y los
sistemas y técnicas de aprendizaje del oficio. En cierto modo, los gremios fueron un precedente de los colegios
profesionales. A lo largo de la Baja Edad Media, la
práctica gremial se extendió incluso a los mendigos. Las asociaciones de
pordioseros no permitían a los pobres venidos de otras ciudades que permanecieran en sus calles para pedir
limosna, con la excepción de dos días al año.
Su función principal era la
de proteger sus intereses, controlando la calidad y el precio de los
productos y procurando que todas las personas pertenecientes al gremio tuviesen
un trabajo. También intentaban evitar la competencia con
grupos artesanales extranjeros y
ofrecían una plataforma de aprendizaje para aquellos que desearan unirse al
gremio y, por tanto, a la profesión. Además, cada gremio tenía un símbolo que
los identificaba y diferenciaba del resto de gremios de la población, indicando
de esta manera a qué oficio pertenecían. Así, existían por ejemplo el gremio de carpinteros o el gremio de panaderos.
A09 Tamar, A20 Isabel y A23 Ana
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