lunes, 13 de febrero de 2017

Miriam

Miriam, cuyo nombre significa “la amada de Dios”. Se me recuerda como una mujer valiente, alegre, carismática y obediente. Pero también tenía algunos defectos, me dejé llevar por la palabrería y la egolatría, por las cuales fui castigada.
Fui una de las profetas y cantoras de Israel. Hija de Amram y Jocabed, hermana mayor de Aarón y de Moisés.
Mi vida transcurrió en Egipto, en la época en la que los israelitas trabajaban como esclavos bajo las órdenes del faraón. Cuando este dictó la orden de matar a todos los hijos varones recién nacidos, yo y mi madre, que dio luz a Moisés, mi hermano pequeño, le pusimos a salvo metiéndole en un canastillo y echándolo al río Nilo. Le segui y se aseguré de que estuviera a salvo siendo testigo de cómo le recogía la hija del faraón.  También conseguí que la princesa le cediera a su madre el cuidado de Moisés.
Volví a aparecer cuando mi hermano pequeño y el pueblo israelita atravesó el Mar Rojo, llevando mi alegría y valentía a todo el pueblo alabando a Dios.

"Entonces decidí tomar una pandereta. Me puse al frente, y todas las mujeres decidieron seguirme, danzamos y tocamos las panderetas.  Y mientras tanto entonaba este cántico:
Canten al Señor, porque ha triunfado gloriosamente; arrojó al mar al caballo y al jinete".

Al estar celosa de Moisés, fui expulsada del campamento durante siete días en los cuales Dios me sanó.
Mi muerte dio lugar en la última etapa del viaje hacia la Tierra Prometida. Fui enterrada en el Monte Zin, gozando de un funeral bastante costoso y guardaron treinta días de luto.

Una de las lecciones más valiosas que pude dejar tras mi muerte, fue a no sucumbir a la tentación de ejercer poder por la pérdida de influencia y por no ostentar el lugar más alto.

B13 Miriam

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