Numerosos cristianos han sufrido persecuciones por parte de no cristianos e incluso
de otros cristianos de creencias diversas o más o menos estrictas durante la
historia del cristianismo.
Tales
persecuciones tienen o tuvieron varios grados de intensidad, desde el arresto
sin garantías, la mengua de derechos públicos, el encarcelamiento, el
azotamiento y la tortura,
hasta la ejecución, llamada martirio,
pasando por el pago de un impuesto suplementario como el caso de los mozárabes,
la confiscación de sus bienes o incluso la destrucción de sus propiedades, su
arte, sus libros y sus símbolos o la incitación a abjurar de sus principios y
delatar a otros cristianos.
El Nuevo Testamento dice que los primeros cristianos,
comenzando por el propio Jesús, sufrieron persecución a manos de los
jefes judíos de esa época. También relata el principio de persecuciones por los
romanos. El término es usado con frecuencia en una forma indiscriminada que ha
sido causa de controversia.
Según el Nuevo
Testamento, la persecución de los primeros cristianos continuó después
de la muerte de Jesús. Pedro y Juan fueron encarcelados por los jefes
judíos, incluido el sumo sacerdote Ananías,
quien no obstante los liberó más tarde. En otro momento, todos los apóstoles
fueron encarcelados por el sumo
sacerdote y otros saduceos,
pero fueron liberados por un ángel.
Los apóstoles, tras haber escapado, fueron llevados nuevamente ante el Sanedrín,
pero esta vez Gamaliel,
un rabino fariseo bien conocido de la literatura
rabínica, convenció al Sanedrín de liberarlos
La razón más probable de la persecución fue, por parte
de los judíos, la evidente herejía que representaba la doctrina cristiana desde
un punto de vista de la doctrina tradicional judía, ya que entre otras cosas, la idea de un Dios-Hombre chocaba
de frente con su arraigado monoteísmo. Es deducible
además que a oídos romanos, la predicación de los cristianos sobre el inminente
regreso del rey de los judíos y el establecimiento de su reino, era sediciosa.
Los romanos dieron a los judíos en ese tiempo un autogobierno limitado; las
principales obligaciones de los líderes judíos eran recolectar impuestos para Roma y mantener el orden civil.
Así, los líderes judíos tendrían que suprimir cualquier tesis sediciosa, como
las que defendían los cristianos. Esta oposición judía fue un potente motor
para plantar en Roma la semilla del odio al incipiente cristianismo.
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