Como génesis medieval del Estado moderno se entiende el proceso por el cual las monarquías occidentales pasaron, durante la Baja Edad Media, de una organización feudal de vasallaje a otra centralizada de características estatales y absolutistas.
Durante la mayor parte de la Edad Media la monarquía feudal impedía la organización de un estado cuyo poder lo tuviera solo el rey.
Desde el siglo XIII, y fundamentalmente en los siglos XIV y XV, los reyes fueron aumentado su poder, pero el Estado moderno como tal comienza a implantarse en Europa desde finales del siglo XV. Pero su implantación no sigue un ritmo uniforme pues este proceso de construcción del Estado moderno sólo se dio en tres países: la Francia de Luis XI, la Inglaterra de los dos primeros Tudor y la España de los Reyes Católicos.
Pese a sus limitaciones, estas monarquías occidentales habían establecido firmemente las bases del Estado . En el resto de países, la monarquía autoritaria no se implantó hasta bien entrado el siglo XVII.
La construcción del Estado Moderno supuso la afirmación territorial de la autoridad monárquica frente a obstáculos interiores y rivales exteriores, una creciente centralización política y económica, la extensión y ampliación de la capacidad decisoria de la administración real y la consolidación de la monarquía autoritaria como eje central de un sistema político complejo. Con esto, el rey consiguió la resignación de la sociedad, a cambio de un cierto orden y progreso.Los reyes fueron quienes iniciaron este proceso en el transcurso de los siglos XIV y XV. Interesados en concentrar el poder en su persona, debieron negociar con los señores feudales, quienes cedieron sus derechos individuales sobre sus feudos, a cambio de una serie de privilegios. Los que no estuvieron dispuestos a transar, fueron sometidos a través de violentas guerras. Para éstas, los reyes contaron con el apoyo de los burgueses, a quienes les interesaba dejar de depender del señor feudal. De este modo, el concepto feudal de lealtad fue reemplazado por los de autoridad y obediencia, propios de un Estado con poder centralizado.
En el siglo XVII, el poder político de los monarcas se fortaleció hasta eliminar cualquier representatividad, dando lugar a las monarquías absolutas.
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