martes, 21 de marzo de 2017

LA SEÑORA LEOPARDO

Zamosto era una pequeña ciudad judía donde convivían en armonía con cristianos, excepto por uno, al que llamaban un Roche que se llamaba Koscieloski, era un acérrimo enemigo, que no dejaba pasar oportunidad, sin provocarlos o meterse con ellos.
Todos le odiaban, sobre todo una joven y bella, viuda judía, llamada La señora Leopardo. Estaba enamorado de ella un joven llamado David Zadokín, que quiso dar un escarmiento a Roche en nombre de su amada, pero esta se lo prohibió, porque ella quería vengarse personalmente.
Koscieloski, vivía con un sastre llamado Oser Weinstock, el cual estaba endeudado, motivo por el cual fue llevado ante el rabino por todos sus acreedores, pero no le impusieron multa por no tener dinero. Los acreedores muy enfadados decidieron darle su merecido.
Mientras esto ocurria, la señora Leoparda, consiguió enamorar a Roche, el cual decidió olvidarse de su odio a los judíos y casarse con la bella judía.
La señora Leoparda, le tendió una trampa ayudada por su verdadero adorador Zadokín, y citó a Koscieloski en su casa, pero disfrazado de su sastre para que no le reconocieran y simular un secuestro, para irse juntos y que la familia de la señora Leoparda no se enfadara. Cuando Roche estaba en casa, todos los acreedores, creyendo que era el sastre, empezaron a darle golpes hasta tirarle por las escaleras.
Desde ese día Koscioeloski, no volvió a meterse ni con judíos, y menos con judías.

El cuento procede de Polonia, zona donde había comunidades judías. Los primeros asentamientos judíos permanentes, son en el siglo XI, en Cracovia y otras ciudades. Polonia ofreció a los judíos refugio ante las persecuciones que estaban sufriendo en Europa Occidental Se asentaron sobre todo en ciudades y allí formaron núcleos compactos (calles o barrios) y fundaron instituciones y establecimientos necesarios para el funcionamiento de su comunidad: sinagogas, escuelas, baños rituales, carnicerías kosher, panaderías o cementerios.

La justicia judía: Hace dos mil años, cuando el pueblo judío gobernó su propio territorio había un rey (poder ejecutivo), un sumo sacerdote (poder religioso), y el Sanedrín (poder judicial). Uno de los requisitos para ser miembro del Sanedrín era que había que ser padre, porque según dice la Torá, sólo alguien que tiene hijos entiende completamente el concepto de piedad, un rasgo crítico para jueces que podrían juzgar en casos capitales. Ser padre te da la sensibilidad de que todo ser humano es el hijo de alguien. Toda la ley estaba en la Torá. La autoridad principal para interpretar la ley, el poder real en el estado judío, descansaba en las manos del Sanedrín  compuesta por 70 jueces.Un juez también tenía que poseer un conocimiento de ley judía, ciencia, sociología... y ser fluido en 70 idiomas. También tenía que ser absolutamente íntegro y honesto. Más allá del estatus, esta posición estaba disponible para cualquiera, siempre y cuando cumpliera con el criterio.


                                                                                                                                 C25 SAMUEL

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