La kabbalah.
Era invierno en Rusia.
Finalmente, el resplandor del amanecer lleno la habitación del viejo Rabbi Abdón. La vieja sirvienta entró sin hacer ruido, enciende las lamparas y desaparece tal como ha aparecido, inadvertida.El viejo Rabbi no se movió, y la luz transfiguró todo lo que había en aquella habitación. Pero el anciano hoy no las veía. Su cuerpo estaba concentrado en sí mismo, solo sus grandes ojos revelaban que aún había alma dentro de el. Se preguntaba porque vivía todavía, había penetrado todos los derechos del Kabbalah y había tenido una vida piadosa e irreprochable, la gran recompensa a los que consagraban esta ciencia de Dios, pero en este mundo, ¿de que le servía esa ciencia? Estaba solo en un mundo en el que nadie le comprendía. ¿De que le servía todo? Podría exorcisar a su gusto a Samael y Aschmedai y obligar a Lillith a obedecerle, pero era importante ante esa niebla que formaba apariciones misteriosas. Sí, estaba solo, antaño había tenido una mujer y un hijo, ¿al menos vivo? ¿o se ha ido de esta tierra como su madre? Era dulce y encantadora, esa mujercita que se introducía en su habitación cuando el estaba sumido en sus infolios. En vano adornaba su cuerpo gracioso, como también dejaba oír su voz y su risa en la oscuridad. Sin embargo, ella lo había amado; pero, sola con su pobre corazón hambriento,se había deshojadocomo una pequeña flor. ¡La había perdido para siempre! Y ahora lo habría dado todo por besar aquella zapatilla de terciopelo en su pie, ¿Y su hijo, seguirá vivo todavía? muy lejos obviamente. Había sido un orgullo, y no solo se habría convertido en el heredero de su nombre no, sino también le habría destinado un legado sagrado: toda su sabiduría. Pero él, ese hijo ingrato, lo había rechazado todo por una muchacha simple, unos cuantos árboles verdes y un campo de espigas. Las luces brillaban con una luz, entonces se le apareció su hijo Simón y estaba vivo. El padre lo bendeció y se puso a sollozar. Entonces se apareció Darka con una niña en la mano y otra en el brazo. Cuando este se levantó, Rabbi lo miró con asombro.
¿Son tus hijos? preguntó.
Sí, son míos. contestó.
Más tarde estos le confesaron lo que querían hacer, querían llevarle con ellos a su tierra.
¡Claro que si quiero! Contesto.
¿Son tus hijos? preguntó.
Sí, son míos. contestó.
Más tarde estos le confesaron lo que querían hacer, querían llevarle con ellos a su tierra.
¡Claro que si quiero! Contesto.
A01 Isaac
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