Bodas Judías
El
joven pretendiente solía acudir a casa del padre de la novia portando una gran
suma de dinero, un contrato de esponsales, llamado shitre erusin (redactado
por las autoridades y costeado por el futuro novio), y un pellejo de vino.
En cuanto entraba en una casa
un joven portando estas cosas ya se sabía a qué venía. Entonces el pretendiente
discutía con el padre de la chica y con los hermanos mayores el precio acordado
para poder desposar a su hija. El coste solía ser de al menos doscientos
denarios para un doncella y cien denarios para una viuda, mientras que el
consejo sacerdotal de Jerusalén fijó cuatrocientos denarios para casar con la
hija de un sacerdote. Por supuesto, estas cifras indican sólo el mínimo legal,
y podían ser aumentadas a voluntad. Si finalmente el padre accedía, bebía con
el pretendiente un trago de vino, y se invitaba a la hija a pasar. Si la hija
accedía, entonces había acuerdo, y la hija y el pretendiente sellaban su
acuerdo de esponsales bebiendo de misma copa de vino, mientras se pronunciaba
una bendición.
Desde ese momento y
hasta doce meses después tenían lugar los esponsales. El momento del inicio de
los esponsales se marcaba con un regalo de boda. Desde el momento de los esponsales, la novia era tratada como si realmente
estuviera casada. La unión no podía disolverse excepto por un divorcio legal;
el incumplimiento de la fidelidad era tratado como adulterio; y la propiedad de
la mujer pasaba virtualmente a ser del esposo, a menos que expresamente
renunciara a ello. Pero incluso en este caso él era el heredero natural.
Después del contrato de
esponsales los novios continuaban separados cada uno en la casa de sus padres.
Durante este período la novia se preparaba para su futuro papel de esposa y el
novio se encargaba de conseguir el futuro alojamiento para su mujer, que podía
ser incluso una habitación dentro de la casa de los padres.
Finalmente llegaba el
día de la boda. Alfred Edersheim, en sus “Bocetos de la vida social judía” nos
relata más detalles:
El matrimonio seguía después, tras
un período más o menos largo, los límites de los cuales estaban fijados por la
ley. La ceremonia en sí consistía en conducir a la novia a la casa del novio,
con ciertas formalidades, la mayor parte datadas de tiempos antiguos. El
matrimonio con una doncella se celebraba comúnmente por la tarde de un miércoles,
lo cual dejaba los primeros días de la semana para los preparativos, y permitía
al marido, si tenía alguna acusación en contra de la supuesta castidad de su
prometida, realizarla de inmediato ante el sanedrín local, que se reunía cada
jueves. Por otra parte, el matrimonio con una viuda se celebraba en jueves por
la tarde, lo que dejaba tres días de la semana “para gozarse con ella”.
Las procesiones previas a la
ceremonia constituían una parte importante del ritual:
A última hora de la tarde los
invitados se entretenían en la casa de la novia. Después de horas de esperar al
novio, cuya llegada era repetidamente anunciada por mensajeros, llegaba
finalmente, media hora antes de la media noche, para encontrarse con la novia; iba acompañado
de sus amigos; iluminado por las llamas de las candelas, era recibido por los
invitados que habían venido a encontrarse con él. La comitivia de la boda se
desplazaba entonces, de nuevo en medio de muchas luminarias, en una procesión
festiva hasta la casa del padre del novio, donde tenía lugar la ceremonia del
matrimonio y el agasajo.
A12 Ezequiel A03 Malaquías
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