Filón, representante principal de los judíos helenistas, creía en dos fuentes de verdades: la religión y la filosofía; o con otras palabras, la revelación y el razonamiento. Según su opinión, la fe y la razón no son contradictorias, pues los preceptos de la Biblia son sumamente razonables. Existe una especie de Ley Superior, no escrita y natural: la Biblia la revela, pero también la razón hubiera podido descubrirla.
En sus voluminosas obras, Filón trató todos los aspectos del conflicto entre el judaísmo y el pensamiento griego, a fin de llegar a una filosofía que en sus elementos esenciales habría fijado la pauta durante los dieciséis siglos próximos en el pensamiento filosófico entre judíos, musulmanes y cristianos. En la síntesis de Filón, la filosofía comienza con un preámbulo de fe, pero la sustancia final de la fe es la filosofía. Pone los dos mundos del pensamiento el uno junto al otro, y los junta de modo tan cabal, que nos parecen formar uno solo. En concordancia con el desarrollo cultural tanto la filosofía helénica como la fe judía quedaron modificadas de modo fundamental y surgió una nueva creación espiritual, el judaísmo filosófico, en el cual se amalgama el fervor místico, el análisis intelectual y la lealtad a la tradición. La piedad en las obras de Filón carece de la simplicidad de los rabinos y maestros contemporáneos, pero es polifacético y bella, poética y profunda, e inserta tanto el racionalismo de los modernistas como el misticismo de los jasidim.
Filón intentó y logró afirmar, que las leyes mosaicas en cuanto a propósito y función de los ideales de los filósofos, están destinadas a preparar a los seres humanos para la adquisición de todas las virtudes éticas.
La piedad y la fe en Dios se expresan en el estudio asiduo de la Ley, en la plegaria y en los hechos de lo humano, dándose cuenta de que el hombre no es auto suficiente si está solo, y que depende por completo tanto moral como físicamente de Dios. Filón desplazó la idea del hombre en sí mismo, por el hombre ante Dios y con Dios. Declaró que el filósofo puede servir a Dios mediante la meditación silenciosa. Si bien los numerosos preceptos del judaísmo constituyen otros tantos auxilios para alcanzar la vida plena, su propósito supremo consiste en elevar el alma humana al estado de la unidad ética con Dios.
A18 Manases